Hay numerosos estudios que plantean la utilización del agua en diferentes patologías, ya sean musculares, óseas, neurológicas… Algunos ejemplos de trastornos del neurodesarrollo que se pueden beneficiar de esta terapia acuática son: parálisis cerebral infantil, atrofia muscular espinal, síndrome de Down, trastorno de espectro autista, Distrofia muscular de Duchenne, miopatías degenerativas, retraso psicomotor…
Igualmente, aplicable en otras dificultades en las que no hay un diagnóstico médico; inhibición, dificultades motricidad fina, gruesa, en el equilibrio y la coordinación, en la comunicación y el lazo social.
Las propiedades físicas, hidrostáticas e hidrodinámica (sensaciones que experimentamos cuando estamos en el agua) determinan el medio acuático como el ideal para el desarrollo de una intervención, ya que favorecerá el desarrollo global del niño, estableciéndose una mayor ligereza y fluidez del propio cuerpo favoreciendo el esquema corporal a través de la activación de grupos musculares no utilizados habitualmente, y que son necesarios para el mantenimiento postural dentro del agua.
Los objetivos de la terapia acuática deben ir dirigidos a mejorar competencias funcionales, favorecer la autonomía y evitar complicaciones.
Otros objetivos son:
Promover actividad física temprana, mejorar condición física y salud, mejorar capacidad funcional y autonomía, proporcionar práctica y aprendizaje variados, proporcionar experiencia lúdica favoreciendo el vínculo y la confianza.
Se pretende reforzar y afianzar los planos, psicológico, físico, cognitivo y social.
Para que los resultados se puedan ir consiguiendo paulatinamente es importante la constancia en este tipo de terapia.
Beneficios:
- Coordinación, equilibrio y facilitación de nuevos patrones de movimiento.
- Aumenta capacidad cardio-respiratoria.
- Relajación y diversión. Socialización.
- Desarrollo sensorial. Mejora resistencia, fuerza y flexibilidad.
Las sesiones se realizan siempre con un fisioterapeuta especializado que permanecerá los 30 m dentro del agua con el niño.
Se requiere una primera valoración para ver la idoneidad de poder acudir a esta terapia y posteriormente establecer un plan de trabajo individual y adaptado, donde se establecerán los objetivos terapéuticos según las necesidades de cada niño.
Para poder llevar a cabo ese plan de trabajo individual, es necesario establecer cómo primeros objetivos la adaptación del niño al medio y su autonomía, respetando los tiempos que cada niño necesite.
Se considera que un niño ha conseguido ambos objetivos cuando establece un vínculo de seguridad y confianza con el medio y el terapeuta, que le permita disfrutar del medio, integra el funcionamiento de la estructura de la sesión y se desplaza de forma autónoma (con o sin material) por el agua de forma segura.